ESCaperucita & Little Flying Hood
por José Quiroga Ensayo publicado en el catálogo que acompañó el proyecto de Collazo-Llorens para la X Bienal de la Habana. Como parte de este proyecto también se publicó un libro de artista y una serie de portfolios de edición limitada. |
No hay sólo una, sino muchas versiones de este cuento. Es un cuento y un cómic. Es una niña que pasa por un trauma. Es una historia de amor. Es una telenovela. Es un cuento, desmenuzado y reconstruido. Son dos personajes o un personaje y su alter-ego. O son un mismo personaje cortado en dos, bicultural y bilingüe, aéreo y anfibio. ESCaperucita & Little Flying Hood volando bajito pierden el control en turbulencia de aire claro. Caen al agua y llegan a tierra. La señal es el principio y el final del viaje. La señal que has seguido tú para llegar hasta aquí, a la Fortaleza de la Cabaña, en La Habana, en Cuba. Desde aquí se transmite, y desde aquí se disemina. [+] Una serie de veintiséis paneles o pantallas, sucesivas y de clara direccionalidad: cada panel dirige al próximo, y en cada uno de ellos se activa el viaje. Letras generadas por un sujeto texteando al otro, o casi automáticamente por computadora. Signos que reproducen la saturación comunicante: celulares, estaciones de monitoreo atmosférico, radiotelescopios que permiten ver más allá de la vista, (la frecuencia monitorea el fondo, la música de las esferas) y que lanzan a su vez señales que nadie contesta porque no se sabe si alguien escucha, o si han llegado a donde tal vez tengan que llegar. El bosque de ESCaperucita es un universo de transmisiones en una frecuencia ardiente: una membrana elástica hecha del aire mismo interferido por el lenguaje—aire y espacio a los cuales ESCaperucita se lanza en su acrobática aerofagia. Para que haya un escape, tiene que haber una secuencia. Pero la secuencia desordena el tiempo en el espacio. En cada pantalla coexisten dos lenguajes y varios tiempos: el discurso de la búsqueda, el tiempo en el que ya una avioneta ha desaparecido, la posiblemente previa advertencia del servicio nacional de meteorología, la primera y la tercera persona (“she looks for the island”). El tiempo se reordena en cada uno de los paneles por medio de un haz de sincronicidades. La música del universo es un poema sonoro, suma de los tiempos en un espacio. ESCaperucita, con su nombre inscrito en el teclado, no puede escapar sino hacia adentro, hecha una con el detritus textual que es el aire mismo. Amante amada, ancla frágil en la basura del texto del mundo, con letra de salsa [“tu me hiciste brujería”] y “con las patas p’arriba”. [+] No hay sólo una, sino muchas versiones de este cuento. ESCaperucita es el mensaje como interferencia de otro mensaje. Es por ello que sus palabras son textos que se cuelan en el universo de signos (¡el lobo feroz!), se escurren entre el lenguaje cibernético del presente, para así dar con su razón de ser: buscar y amar, en el lenguaje, a su perdida compañera. Donde hay lenguaje, hay una distancia. Donde hay distancia, hay un otro. Tener fe en el poder de transmisión de la palabra no implica la llegada a un lugar donde la palabra ya no exista—un universo pleno en el que el lenguaje se torne superfluo. Llegamos donde estuvimos siempre, salimos por el mismo punto en el que entramos. La palabra puede proveer una forma de ESCape, pero es también la que inicia la pérdida, que sólo ella marca, en el juego (el cómic) de su ser. [+] Cliquea. Platillos voladores en el Triángulo de las Bermudas. Líneas cruzadas. flashing:light. Viaje mar adentro hasta llegar a una isla rodeada de un sargazo textual. Más allá del viaje trazado en las pantallas o paneles, la pantalla de cine: la visibilidad plena, la búsqueda sigue en otro registro, el regreso a la caída. No hay aquí un texto escondido en otro texto, ni tampoco una noción de realidad simulada que tapa a otra realidad que ha sido suprimida. No cabe hablar de un significante que revela lo que un significado esconde, ni de una belleza visible que maquilla a una realidad atroz e invisibilizada. Con todas las fichas en el aire, el devenir es un cuento, porque todo ocurre en el mismo instante en que se pasa de la frontera de la gráfica, a la realidad submarina del vídeo. Si hablamos de islas, podemos señalar lo que rompe la distancia entre una y otra: las fronteras se abren en el espacio saturado por radares, por estaciones metereológicas, por ondas de transmisión satelital como nueva marea que transporta programas de televisión y de radio, letras de salsa, la ubicación cambiante de un avión desaparecido, el arco que traza un cohete hacia el espacio, los mensajes de texto de miles de celulares—todo un nuevo lenguaje en el aire que incluye desde la tele-basura hasta un mensaje de amor. En una exhibición en el 2001, “Memorias, juegos y códigos,” Nayda Collazo-Llorens presentó a una niña que repetía un acto de magia en un video. He ahí la niña, jugando con sus conos, porque debajo de sólo uno de ellos hay una sorpresa, y con la revelación de la sorpresa hay un aplauso. Aquella niña sabía y no sabía debajo de cual cono estaba el premio, pero ese era su juego con el espectador—juego que también se extendía a una serie de pinturas en las que un código, aleatorio, jugaba a plantear la existencia misma de un código posible. Después de muchas rutas trazadas por laberintos de líneas por las cuales se pierde el observador, regresa la niña (¿pero es la misma?) convertida en personaje viajando en su avioneta, amarrada al teclado de una máquina que produce texto, un texto del cual la única escapatoria es la caída, o tal vez la única caída posible es el escape. Mucha filosofía se aprende cuando se es mago (hubiera dicho Heidegger, si es que no lo dijo), como mucha teología se aprende en la cocina (como dijo Sor Juana). El ser sólo es posible en la repetición. Y la caída, tenga el sentido que tenga, y con todas sus interferencias, abre nuevas posibilidades del ser en picada. Switch to amphibian mode. Jose Quiroga es autor de Mapa Callejero: Crónicas sobre lo gay desde América Latina, Law of Desire (A Queer Film Classic), Cuban Palimpsests y otros. Ha publicado ensayos en revistas y periodicos de Estados Unidos y America Latina, y es profesor de literatura comparada en Emory University, Atlanta. |